Día 4 - 17 de septiembre
Después de la tormenta siempre llega la calma.
El día anterior me dejó sin energías, un golpe emocional muy fuerte, nunca antes había sido testigo de un dolor tan profundo y de historias tan fuertes de tan de cerca... y eso que a nuestro lado día a día, abundan también.
El amodorramiento era notable y a esto se sumaba que teníamos que dejar nuestro palacio keniano para irnos a otro hotel más cerca del aeropuerto local ya que de lo contrario no alcanzaríamos a tomar la avioneta que nos llevaría al parque nacional Masai Mara. Ya me habían advertido que el tráfico en Nairobi era endemoniado pero jamás pensé que sería peor de lo que tenemos en América Latina... dicho esto la ventaja es que aquí nadie pita, pero porque sencillamente los carros no se mueven.
En la mañana mientras hacíamos las maletas para el cambio de hotel explotó el adaptador de electricidad y nos quedamos sin cables y cargadores para el teléfono y esto tampoco ayudó... íbamos para el paraíso y no tendríamos como tomar fotos.
El transfer nos recogió una hora antes de lo previsto, la herencia británica se nota en la puntualidad keniana. Resignados nos despedimos de Villa Rosa, dejando atrás mis casi 100 rositas de cumpleaños, y sumergidos en el tráfico, aceptamos la propuesta del conductor y nos fuimos para la casa museo de Karen Blixen, famosísima escritora danesa quien vivió aquí en los años 30 y quien a partir de su experiencia escribió Memorias de África, celebrado libro que en 1985 fue convertido en una película, ganadora de 7 premios Oscar y protagonizada nada más y nada menos que por Meryl Streep y Robert Redford. Parece que todo el mundo la ha visto menos yo!
La historia es más o menos así: una mujer millonaria es obligada a casarse con un rico barón danés, se vienen a vivir a Kenia porque compran una extensa propiedad para sembrar café, ya en Kenia ambos se contagian de sífilis y deciden divorciarse. Ella se enamora de un piloto y lo lleva a vivir con ella en la espléndida mansión. Ella fumadora y cazadora empedernida, entabló una amistad muy fuerte con la gente local y en 1930 y ante la caída de los precios del café y la muerte de su novio decide vender sus propiedades, regresa a Dinamarca y se dedica a escribir y pintar hasta que muere a los 77 años. Ha sido una de las escritoras más célebres de su país apareciendo incluso en billetes y estampillas. En 1964 los daneses regalaron a Kenia la finca de la escritora y el gobierno la convirtió en escuela y posteriormente en museo en honor a Karen.
Este museo fue el remanso de paz que necesitábamos para recargar baterías y seguir con toda la energía nuestro viaje. Es un lugar acogedor lleno de palmeras, bugambilias de un fucsia deslumbrante y una brisa refrescante. Sé que eran otros tiempos pero nunca lograré entender como alguien es capaz de matar animales solo por diversión, por lo que las pieles de leopardos, las patas de elefante usadas como mesas y leones disecados por toda la casa le restaron un poco de su magia. Por lo demás es un sitio imperdible. Nuestro pensamiento recurrente fue: que rico sería tener un pedazo de tierra y una casa así. Entendimos entonces porque aunque a Karen Blixen la sacaron de África, nunca pudieron sacar a África de su corazón.
Mas tarde llegamos al nuevo hotel, más sencillo pero estratégicamente ubicado al lado de un mall donde pudimos comprar los nuevos cables y visitar un supermercado local donde evidenciamos los beneficios de la globalización al encontrar los mismos productos y marcas que en existen Lima, pero con un inmenso desencanto al corroborar la imposibilidad de encontrar productos locales.
Día 5 - 18 de septiembre.
Al infinito y más allá.
A las 8 de la mañana habíamos llegado al aeropuerto Wilson de Nairobi que se parece a cualquier cosa menos a un aeropuerto, es una suma de edificios desordenados, mercados y tiendas que hacen que se asemeje más a una plaza de mercado que a cualquier cosa. Salimos en una avioneta para 12 personas bastante pequeña que nos llevó en un viaje tranquilo de 45 minutos hasta Masai Mara. Un parque nacional de 1500 kilómetros cuadrados que prometía mostrarnos la verdadera Kenia más salvaje. Allí conocimos a dos parejas de recién casados Sara y Sergio de Madrid y Marta y Ferrand de Barcelona. Creo que hubo química perfecta y hoy puedo decir que han sido los mejores compañeros de viaje.
Una trocha sirvió como pista de aterrizaje por la que pasaban Ñus que al sentirla llegada de la avioneta salían despavoridos despejando el aterrizaje. En la misma pista nos esperaba Pedro nuestro guía con Magas el mejor conductor de la zona. Directo fuimos al parque nacional y solo unos minutos ua habíamos visto Ñus, Búfalos, Impalas, Elefantes, Topis, Gacelas, Jabalís, Avestruces, Buitres, Halcones, Chacales, Hipopótamos, Cocodrilos, Cebras y las más elegantes y graciosas Jirafas que para mi se robaron el show. Fuimos a almorzar a nuestro hotel que esta al lado de un río donde vive una familia de Hipopótamos que fueron nuestros compañeros por los días que estuvimos aquí. Son igualmente graciosos como imponentes y peligrosos, por lo tanto de lejitos mas bonitos.
Una siesta para recuperar energías y a las 4 pm regresamos al parque para ver el atardecer. Seguimos dando vueltas por los senderos interminables del parque siempre con la ilusión de ver al rey de la selva, contemplando enormes llanuras, paisajes infinitos y la inmensidad en su máxima expresión. Emprendimos nuestro regreso al hotel con las pupilas empachadas de naturaleza, vida y el corazón repleto de agradecimiento.
La certeza de que momentos como estos hacen que todo valga la pena, no nos la quita nadie.
Saliendo del parque en una curva final una leona nos esperaba, recostada, perezosa y coqueta y la emoción fue infinita... más adelante estaba una familia completa de leones con 5 bebés juguetones que fueron la cereza del postre. Que linda experiencia, que afortunados somos y que maravilla es la naturaleza en su estado puro.
Cenamos al lado del rio escuchando a los hipopótamos retozar y ansiosos de la aventura del día siguiente. No sabíamos la maravilla que nos esperaba y nada anticipaba que conoceríamos lo más cercano al éxtasis.
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