Del
1 al 7 de octubre de cada año, los chinos celebran su fiesta nacional, lo que
significa que el 20% de la población mundial (1.5 billones de personas) salen a
vacaciones y se dedican a hacer turismo por su país, justo en este momento Juanpa y yo aterrizamos
en Beijing.
Salimos
el miércoles en la mañana de San José, rumbo a El Salvador (ahora CR no tiene
vuelos directos casi a ninguna parte L)
allí esperamos una hora y abordamos un vuelo que llevaba más bolsas de pollo
campero que pasajeros. Después de 5 interminables horas aterrizamos en Los
Ángeles (El pueblo de Nuestra Señora la Reina de las Ángeles de la
porciúncula) para hacer una escala de 6
horas, de las cuales nos gastamos casi dos en filas migratorias y trámites
aduaneros.
Llegamos
al counter de AIR CHINA y de inmediato Oriente nos atropelló, faltaban 6 horas
para abordar el avión y cerca de 100 personas ya estaban delante de nosotros
cada una cargando en promedio 3 maletas, peluches, almohadas, looks
estrafalarios y enormes ansias por llegar a Beijing. Nosotros habíamos
documentando el equipaje desde San José por lo que solo tuvimos que
registrarnos, pero algunos de nuestros compañeros de viaje no lo hicieron y sus
caras de angustia reflejaron su frustración. (Sí, vamos en un tour, por extraño
que parezca).
Tuvimos
acceso a la sala VIP y justo sentado a nuestro lado estaba TOBBY MCGUIRE, el de
Spiderman y el Gran Gatsby, no encontraba la forma de decirle a JP, que no lo
había reconocido quién era sin que el actor se diera cuenta, justo cuando JP lo
reconoció dobló su libreto y se fue, seguro molesto porque habíamos sido muy
evidentes. Para estas alturas ya era la 1 de la mañana y debíamos abordar. Nos
impresionó la rapidez con la que cerca de 300 personas se sentaron, arreglaron
sus almohadas, cobijas, peluches y maletas. En menos de 15 minutos ya estábamos
despegando, nosotros nos tomamos nuestra pastilla para dormir y nos acomodamos
al lado de un señor chino que estaba muy enojado por algo. Claramente no
logramos entender sus reclamos, por lo tanto nos quedamos con las ganas de
saber el origen de su indisposición.
Casi
25 horas después llegamos a Beijing… un aeropuerto enorme y moderno nos dio la
bienvenida, después de pasar el control migratorio, muy sencillo y fácil por
cierto, nos enfrentamos con la grandeza
de esta cultura y su enorme acerbo histórico y cultural. Dos enormes pinturas
que pertenecieron al último emperador (el de la película) están al lado y lado
de la entrada hacia el tren que nos lleva a recoger las maletas. Hay cerca de
8.000 figuras diferentes y ninguna se parece a la otra. Nuestras maletas
llegaron bien, fue un acierto haberlas hecho envolver con plástico ya que nada
les pasó en tantas y tantas horas de viaje. Es interesante analizar como todos
los pasajeros cambian la expresión de su cara cuando la maleta asoma por la
banda, es como si se tomaran un relajante.
Afuera
conocimos a Iris, nuestra guía, que con el paso de los días se convirtió en
parte fundamental del viaje y de nuestra diversión. Amada y odiada por algunos,
nosotros particularmente la encontramos encantadora y demasiado divertida. En
total somos 18 viajeros, 14 de Costa Rica (en donde estamos dos españoles y dos
colombianos) y 4 argentinos que han resultado ser muy agradables.
De
inmediato nos llamaron la atención varias cosas: es una ciudad muy contaminada,
tanto que el cielo azul hace mucho que no se ve, el sol se ve lejano y redondo como inofensivo…
y la luna, hace rato no se asoma por
aquí. Contrario a lo que muchos se podrían imaginar Beijing es impecable y muy
verde. En ella viven 17 millones de personas y en nuestro tiempo de permanencia
fue muy poca la basura que vimos y no fui testigo de ninguna carretera con huecos
o maleza, por el contrario las cestas de flores y los jardines milimétricamente
sembrados están en cualquier separador y rotonda. Beijing, dejando de lado la
contaminación, es sin lugar a dudas una ciudad muy bella.
Nos
metimos en nuestro papel de turistas chinos en china (con bandera y todo) y
fuimos al Nido de Pájaro y al Cubo de Agua, no es posible entrar porque estos
escenarios ya están en desuso y solo son atractivos turísticos, no se puede negar
su belleza e imponencia, cómo estaría esto en la época de los olímpicos es la
pregunta constante. Ya habíamos llegado a China, conocido a la guía, tomado el
bus y visitado la primera atracción y a penas eran las 8 a.m. del viernes 4 de
octubre, el jueves lo perdimos en el tiempo.
Fuimos
al zoológico a conocer al famoso panda, estaba atiborrado de personas, por
aquello de las vacaciones, que vienen
desde todo China a conocer la capital, de hecho el 90% del turismo proviene de
las otras provincias del país. Nosotros no sabíamos qué era más interesante si
mirar a los animales o a las personas que los observaban. Jamás me imaginé que
pudieran existir tantos tipos de chinos y que además pudieran vestir de manera
tan diversa.
El
zoológico es un parque enorme, como todo en China, con lagos bordeados con sauces
llorones y con la bruma que envuelve a toda la ciudad… parecía un cuadro
impresionista, además es atravesado por un gran canal que va por el norte de China
y que es más largo que la muralla y que servía de vía rápida de comunicación
hace más de 1000 años.
Los
animalitos están descuidados y en condiciones muy tristes, seguro a los pandas
no los bañan hace años y ni hablar de los lobos o monos que tienen sus jaulas
ubicadas debajo de los rieles del metro, es un poco triste, sin embargo esto no
opaca la imponencia de algunos de sus paisajes y decorados. Imposible no pensar
en Kenzo y Bimba que viven como unos reyes en San José y que desde aquí se
extrañan demasiado.
Fuimos
a almorzar a un restaurante tradicional de mesa redonda giratoria para
compartir, muy rico y de ahí al hotel, excelente al estilo americano. Una
siesta que se prolongó un poco más de lo planeado, la visita al mall cercano y
el jet lag haciendo de las suyas (nos dormimos a las 10 y nos despertamos a las
3:30 am), pusieron fin al día.
Nuestro
tour funciona como un reloj, a las 8 am y después de desayunar ya íbamos camino
a la fábrica de las perlas, una tienda en la que aprendimos todo lo que se
necesita saber sobre el cultivo de las perlas de agua dulce y de agua salada,
de ahí fuimos al Palacio de Verano, lugar donde el emperador iba a pasar los
días mas calurosos, este parque, el más grande de China, rodea un gran lago que
ocupa 3 cuartas partes de su terreno, que a su vez esta coronado por una pagoda preciosa que un
emperador un día vio en sus sueños y quiso traerla a la realidad. Caminamos
cerca de 2 kilómetros por este parque pisando lugares milenarios, llenos de
historia y acompañados por miles de chinos que en sus vacaciones van a lugares
como este. He comentado mil veces: “que increíble caminar en medio de tanta
historia y tradición”
La
neblina, si bien producto de la contaminación agrega un toque místico a la
experiencia. Tomamos el bote del dragón y tuvimos una linda sorpresa: nos
encontramos con el pato de hule gigante del artista holandés Florentijn Hofman,
que está en la ciudad con motivo de la semana del diseño.
Fuimos
a almorzar a un lugar occidental, porque a algunos turistas no les gusta la
comida china. Hasta el momento este restaurante ha sido lo único malo del
viaje, la calidad de la comida y la falta de aseo dejaron mucho que desear, sin
comentarios. Posteriormente fuimos a la Plaza Tian’anmen símbolo del partido
comunista, homenaje a Mao, centro del gobierno,
de las finanzas, centro de China y escenario de una de las matanzas de
estudiantes más grandes de la historia. A la fecha aún no se sabe cuantas
personas murieron. Hoy en día es uno de los lugares mas vigilados del planeta,
las cámaras de seguridad, las revisiones y la cantidad de policías vestidos de
civil y de uniforme intimidan. En su interior el espíritu festivo, las familias
felices tomándose fotos, los decorados especiales por la independencia y el
espíritu festivo hacen que nos sintamos en la auténtica China, un país donde
pareciera que los únicos comunistas son los gobernantes y no su población.
Cruzamos
las calle y entramos a la ciudad prohibida, casa de los emperadores desde 1420
hasta 1924. Este es el complejo monárquico más grande y visitado del mundo,
tiene 9999 habitaciones y caminar entre cada una de ellas nos tomó cerca de 3
horas y casi 4 kilómetros. Es muy bonito pero creo que a no ser por la cantidad
y variedad de personas que nos acompañaban en el recorrido hubiera sido un poco
monótono. Para JP y yo comentar sus
vestimentas, descifrar sus conversaciones y admirar la belleza de sus niños se
convirtió en la principal atracción.
La
cultura de este país le da tal importancia a la familia que creo que sólo se
puede comparar con los lazos filiales que tenemos en algunos países de América
Latina. Después de que en 1980 se impusiera la ley del hijo único, la vida de
las familias en China gira en torno a su hijo. Esto es muy enternecedor,
padres, abuelos, tíos etc. están siempre pendientes de los héroes de la
familia. Mientras trabajan, los padres viven por y para sus hijos, todos sus
ingresos son para ellos, esto sin importar la clase social. Cuando ya están
ancianos los papeles se invierten y son los hijos quienes se desvelan por sus
padres. Que diferente a la cultura occidental, donde cada vez más ancianos
mueren solos, tristes y olvidados. (Dice
JP que los hijos únicos de China reciben tanta atención que son a su vez mal
criados y berrinchudos)
Cuando
los pies ya nos palpitaban y no dábamos
para más, fuimos al Templo del Cielo, el
lugar más lindo en el que hemos estado. Allí iba el emperador a orar por las
cosechas. Actualmente las personas van a este lugar a cantar, bailar y a jugar,
otro contacto con la China más real y alegre.
En
la noche fuimos a comer PATO LAQUEADO DE PEKÍN, este es el plato más
tradicional del país, mientras JP comía verduras, yo trataba de encontrarle el
gusto a este peculiar plato. Después nuestros compañeros fueron a un show de
Kung Fu, algunos nos quedamos en una calle muy moderna y comercial. Creemos que
era como un barrio de clase alta, porque la gente era muy elegante y las
tiendas muy lujosas. Beijing de noche es un gran Times Square, todos los
edificios tienen pantallas y letreros luminosos, es increíble que transitamos
cuadras interminables y kilómetros y kilómetros y las luces y los grandes
edificios no dejan de aparecer. Insisto, es una ciudad muy linda y organizada…
quien lo iba a creer.
Dormidos
a las 9:00 pm levantados a las 5:00 am poco a poco nos vamos cuadrando, vamos
14 horas por delante de CR, así que el desajuste es justificado. En la mañana
hicimos una pausa en una fábrica de Jade, piedra que es símbolo de China, nos
pareció larga y poco entretenida esta parada, pero nuestros compañeros de
viaje, que compran de todo, salieron con las manos llenas de regalos. Mi
pregunta es, será que si van a ser adornos de algún lugar?, o terminarán en
algún cajón olvidados? NS/NR .
De
allí fuimos a un tramo de la Gran Muralla China, estaba muy nublado por la
contaminación, pusimos a prueba nuestra resistencia física y meses de
entrenamiento y empezamos la subida, dice Mao “ Quien no ha subido a la
muralla, no es un hombre de verdad” nosotros subimos lo menos que pudimos hasta
que nos sentimos héroes. La verdad es que aquí con estos recorridos tan fuertes
debemos administrar las energías, por eso no esforzarse de más es la regla.
Paramos a almorzar en un enorme restaurante de comida típica, degustamos unos
platos exquisitos, que hasta el momento no sé bien qué son, pero que nos
aseguraron con mucha vehemencia que no contenían ni perro ni gato, ni ningún
otro animalito no deseado J.
Hemos
caminado tanto en tan poco tiempo y los chinos tienen todo tan bien calculado
que cuando sentíamos desfallecer nos llevaron a recibir un masaje de pies. Pero
como nada es gratis mientras nos subían al cielo a punta de delicadas
maniobras, aparecían un médico y enfermera chinos que con vernos la lengua y
sentirnos el pulso nos diagnosticaban enfermedades como: dolor de espalda,
falta de sueño, malestar estomacal con tratamientos ofrecidos por ellos que
rondaban los 500 dólares cada uno. Lo más chistoso es que a JP que se viene
recuperando de varias dolencias lo felicitaron por sus excelentes condiciones.
Algunos de nuestros compañeros de viaje salieron con sus medicinas en la mano.
Yo que creí que gozaba de buena salud, terminé casi desahuciado, pero gracias a
las recomendaciones de mi hermano que ya estuvo por aquí hace algunos años, salí
con las manos vacías. De allí fuimos a
los HUTONGS en triciclo, los laberínticos barrios tradicionales de la ciudad,
allí todo lo que se dice de esta cultura es verdad, huele mal, todo tiene
aspecto sucio y es desordenado y mal tenido; sin embargo el recorrido en
triciclo es agradable y el contacto con el mundo real también lo es. Los
HUTONGS están en vía de extinción ya casi no queda ninguno, los que existen son
cuidados por el gobierno como símbolo tradicional y como contraste con las
grandes torres de apartamentos en las que se acomodan en la actualidad 17
millones de capitalinos.
En
la noche fuimos primero a un BBQ que claramente tenía bajos estándares de aseo
y luego a la ópera de Pekín, no sé que decir al respecto, es un espectáculo
bastante especial y creo que muy poco comprensible para los occidentales, me
gusta la ópera tradicional, pero en esta ocasión mi mayor mérito fue no haberme
quedado dormido.
Con
esto completamos las tres actividades básicas que se realizan en la ciudad:
(poner acento chino) PEKIN PATO, PEKÍN
OPERA, PEKÍN MURALLA, Así terminamos nuestra visita a esta maravillosa
ciudad, que nos deja con la inquietud de regresar, con los pulmones bastante
sucios y con la certeza de que Beijing es un mito, hay que venir a ella para
conocerla de verdad.