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martes, 5 de noviembre de 2013

SHAGHAI, IMPRESIONANTE.

SHANGHAI, IMPRESIONANTE.

En China uno se siente todo el tiempo vigilado, el régimen quiere tener control sobre todo y sobre todos. Las familias normales solo tienen permitido concebir un hijo, por lo tanto tener hermanos, tíos o sobrinos es algo realmente inusual. Las conexiones a internet están totalmente controladas y limitadas, incluso en el freewifi de centros comerciales, hoteles y aeropuertos piden una cantidad detallada de información e incluyen un largo listado de términos y condiciones; pero eso no es todo,  lo peor es que casi todas las páginas están bloqueadas.  La tierra pertenece al gobierno, por lo tanto una persona que compre un apartamento sólo tiene derecho a usarlo por 70 años, para comprar un carro hay que cumplir con normas de tributación de al menos 5 años y para conseguir el permiso de circulación hay que pagar cifras inimaginables,  en fin todo esta normado y nada es dejado al azar.  Sin embargo los chinos están tan preocupados por salir adelante, por tener una buena salud y hacerse cargo de sus padres que creo que no se ocupan de estos temas. Esto me hace pensar mucho en la cotidianidad de la vida en Costa Rica y en el enorme valor que tienen la autonomía, la autodeterminación y el anonimato.

Shanghai no pertenece a este mundo, cuando pasen muchos años o incluso siglos alguna ciudad del hemisferio occidental será parecida. Una ciudad que ha pasado por invasiones, guerras y grandes dificultades ha sabido recoger lo mejor de todas estas experiencias y desarrollar un paisaje y urbanismo impresionantes.

Llegamos a Shanghai el jueves en la tarde, de inmediato nos dimos cuenta que no habíamos llegado a una ciudad normal, en nuestro recorrido pasamos por puentes de cinco niveles y por allá a lo lejos en el horizonte los rascacielos de formas caprichosas nos anunciaban nuestro viaje al futuro.  

Algunos dicen que Shanghai es una ciudad “retrofuturista” por varios años tuvo algunas zonas que eran propiedad de Francia, Inglaterra y Japón, estas potencias visualizaron lo que se venía y se apoderaron de lo que se denomina concesiones o barrios enteros que actualmente aún conservan la arquitectura de principios del siglo XX intactas. Al frente de estos barrios atravesando el rio Huangpu esta la zona de Putuo símbolo del poder Chino.

No mas llegando fuimos a caminar por el barrio francés que tiene una parte muy glamurosa, con personas súper elegantes y donde las tiendas de diseñadores internacionales están por doquier, aquí la gente no escupe. Luego dentro del mismo barrio francés fuimos a otro sector más bohemio pero lleno de magia y encanto. Nos quedó la sensación de que lo que no se consiga en Shaghai es porque no existe. Mas tarde fuimos a cenar tepanyaki koreano y de ahí a un crucero nocturno por el rio Huangpu que nos permitió ver todos los rascacielos encendidos y un panorama similar al de odisea en el espacio. El hotel estuvo a la altura de la ciudad y una corta caminata nocturna por sus alrededores nos dejó con ganas de más.

Iniciamos el día temprano visitando la torre de la perla oriental, una antena de televisión que tiene uno de los ascensores más rápidos del mundo, una altura de record guiness y una vista irrepetible de toda la ciudad. En 8 segundos subimos a 263 metros. Para quienes tienen miedo a las alturas este sitio esta prohibido ya que además, tiene una plataforma con suelo transparente que nos hace sentir como si estuviéramos volando. De allí fuimos al casco viejo, en donde se encuentra un laberintico mercado lleno de baratijas y con unos olores que preferimos olvidar, luego nos dimos cuenta que este olor nauseabundo es el del tofu frito. En este lugar tuvimos nuestro primer encuentro con las ventas clandestinas de copias, de manera muy disimulada llevan al turista a casas escondidas y llenas de recovecos que finalizan en locales comerciales cerrados llenos de imitaciones, las que vimos eran justamente eso: imitaciones, que se podían distinguir a simple vista, por más que los insistentes vendedores hacían énfasis en su calidad. Bolsos, maletas, billeteras y relojes baratos con el logo de una casa de modas encima, eso era todo. En una de esas vueltas por el laberinto del comercio chino encontramos un H&M y allí pasamos el resto del tiempo disponible JP y yo.

Después hicimos un recorrido por el Bund, concesión inglesa a orillas del rio; este es un lugar muy especial porque si uno mira al lado izquierdo ve las hermosas construcciones británicas, pero si mira al lado derecho ve el futuro del mundo materializado en construcciones altísimas y extravagancias arquitectónicas que nos dejaron con la boca abierta. En la época de las concesiones, (finales del siglo XIX) en Shanghai abundaban letreros que decían prohibida la entrada de Perros y Chinos, entonces aquí es cuando uno entiende que mirar para un lado o para el otro en medio del Bund tiene una carga histórica fuertísima que no riñe con la realidad actual sino que por el contrario parece una visión a la decadencia de las potencias tradicionales y al surgimiento de la gran nación de oriente, que como sus rascacielos da sombra al resto del mundo.

Luego pasamos a la zona más comercial: Nanjin Road, caminamos entre tiendas vendedores, restaurantes y llegamos hasta el centro espiritual de la ciudad el People´s Park.  Este recorrido resultó algo incomodo para JP y para mi ya que dos hombres occidentales y solos, parecen ser el imán perfecto para que tanto hombres como mujeres ofrezcan el servicio de masajes y acompañantes, fue agotador tener que decir no de forma agresiva tantas veces. Terminamos el largo día cenando crepes franceses que nos supieron a gloria y de allí al famoso espectáculo de acrobacias, que estuvo a la altura del mejor Circo del Sol.

El sábado corría por nuestra cuenta, el destino estaba claro, un museo escondido en el centro de la ciudad que estaba presentado una retrospectiva del trabajo de Cristian Dior, si se entiende la moda como arte, entonces tendríamos ante nuestros ojos algunas de las obras más impresionantes de nuestra época, las creaciones de Monsieur Dior.  Encontrar el museo fue todo un reto, tuvimos que caminar de nuevo por la calle del acoso sexual y un incandescente sol nos acompañó durante nuestra búsqueda. Una vez allí olvidamos todo esto y nos dedicamos a disfrutar de un montaje impecable y de la historia de los últimos 70 años a través de los trajes más lindos que nos pudiésemos imaginar. Valió totalmente la pena.  El resto de la tarde la dedicamos a perdernos por las calles de esta ciudad que como las grandes urbes nos sorprende en cada esquina. Después de un descanso en el hotel salimos de nuevo en el metro que estaba en el sótano del hotel y caminamos por una ciudad que profusamente iluminada esconde la noche, pero que si deja ver una gran luna que a ratos parece colocada allí también por algún arquitecto chino. Igual que en Beijing la pasión por iluminar los edificios es muy común, lo que si nos sorprendió fueron los bailes callejeros y el karaoke ambulante. Casi en cada esquina se pueden ver grupos de señoras haciendo coreografías lentas y muy bonitas. (No sé si sea Tai Chi) pero todas estas señoras mayores muestran una placidez admirable mientras de forma coordinada pintan el cielo. El karaoke ambulante es más alegre y bullicioso, las letras de las canciones pueden leerse en pequeñas pantallas o en papelógrafos, lo importante es que el equipo de sonido este bien calibrado y suene bien duro, la gran conclusión, es que los chinos cantan muy lindo. Al igual que los cantos en el templo del cielo, las personas que cantaban aquí en el centro de Shaghai lo hacían bastante bien, aquí esta una pequeña muestra:



El domingo dejamos Shaghai, para llegar hasta el aeropuerto tomamos un tren magnético de alta velocidad llamado Maglev, que alcanza 430 km por hora en una parte de  su trazado. Por lo tanto recorrimos una distancia de más de 30 kilómetros en sólo 8 minutos. Esto inevitablemente nos lleva a pensar en la infraestructura de nuestra ciudad, donde llevamos años padeciendo los puentes de emergencia, las presas interminables, los hundimientos, los robos y la corrupción, y aunque las comparaciones son odiosas y las realidades diferentes, no se puede dejar de sentir algo de desconcierto y hasta rabia. Cuál será la fórmula secreta para poder combatir todos los problemas de infraestructura que tenemos? La verdad es que ante tal derroche de planificación y aplicación de políticas públicas mi odioso comentario fue:  “de verdad estamos muy atrasados”.


Hasta ese día podría afirmar sin temor a equivocarme que Shanghai era la ciudad más cosmopolita, aún más que Londres, que hasta el momento hubiese conocido, hoy que escribo esto, dejando Hong Kong de regreso a Costa Rica, no sé si piense igual.

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