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martes, 12 de junio de 2012

Entre Icebergs y fiordos 

Las responsabilidades en nuestro viaje se han ido adjudicando de forma espontánea, JP es el encargado de definir la ruta, administrar la comida durante los recorridos, poner la música y leer en la guía las reseñas de los lugares que visitamos. Yo manejo,  controlo el tiempo, verifico la temperatura, el estado de la vía y monitoreo la cantidad de combustible. Esto último bien importante porque la distancia entre cada estación de servicio puede ser muy larga. La mayoría de gasolineras son de autoservicio, lo que al inicio representó un reto. Se imaginan tanquear, pagar e imprimir el recibo en islandés? pues como la experiencia no se improvisa ya hemos aprendido e incluso enseñado a otros turistas sobre este procedimiento. El costo de la gasolina es un tema que ni quiero mencionar...  Llegamos al pueblito del fiordo el viernes en la tarde noche, al pequeño hotel-palacio y de inmediato notamos que Seydisfjörður no era lo que las guías mencionaban "un pueblo bohemio y alegre" por el contrario es un pueblo solitario y sombrío, donde lo único que nos saludó fue un gato rechoncho que se ganó el corazón de JP. El sábado en la mañana un poco desilucionados dejamos este pueblo, sólo recordable por el agradable hotel y abundante desayuno; para recorrer los demás asentamientos de los fiordos del este. Regresamos a la soleada Egilsstaðir y tomamos otra vía hasta Reyðarfjörður lugar al que llegaron los soldados ingleses y noruegos durante la segunda guerra mundial. El sol nos acompañaba, el mar azul a nuestros pies, todo estaba más brillante y el museo de guerra pequeño y muy interesante, nos encantó. Atravezamos el siguiente fiordo pero esta vez a través de un túnel de casi 6 km, una obra de ingeniería destacada, usada sólo para conectar dos pueblitos que lo único que tienen de importante es una fundición de aluminio muy polémica entre los ecologístas,  llegamos a Eskifjörður donde por primera vez escuchamos un fuerte pito de carro que nos asustó... luego un lugar muy afrancesado, con los nombres de sus calles en islandés y francés Fáskrúðsfjörður. Seguimos bordeando los fiordos del este entre maravillosas vistas y llegamos Estöðvarfjörður famoso por un mercado artesanal de verano y por las piedras de Petra, una señora que coleccionó rocas toda su vida y que ahora ha convertido su casa en museo. Esta es una buena manera de que un acumulador compulsivo convierta su enfermedad en negocio.  De Breiðdalsvík y Djúpivogur los pueblos siguientes  no tenemos mucho que decir más que son los últimos pueblos pintorescos que se encuentran al sur de los fiordos del este.  Después de este camino intermitente proseguimos hasta Höfn el pueblo más importante de la zona, en este recorrido de más de 100 kilómetros en el que veíamos postales en todo momento, lo mejor fue la aparición de una manada de 11 renos que nos miraban con la misma curiosidad y admiración que nosotros a ellos. Eran tan lindos y estaban ahí libres y no parecían para nada intimidados por nuestra presencia, cuando nos fuimos ellos se fueron también. En Höfn cenamos mientras los demás comensales vibraban con el partido Alemania - Portugal de la Eurocopa, el fútbol es definitivamente una pasión global. La emoción, los gritos y la ansiedad son los mismos y los veríamos con mayor intensidad durante el partido España - Italia al día siguiente. Llegamos a nuestro hospedaje del día, de nuevo una finca en el medio de la nada, estábamos en el sur de Islandia resguardados por el mayor glaciar de Europa el Vatnajökull, esta masa de hielo ocupa casi un cuarto del territorio del país y el parque natural que lo circunda fue el mismo por el que caminamos entre trolles, saltando entre piedras al norte de la isla. Ya podrán hacerse una idea de su tamaño e importancia.  El domingo, despues del desayuno salimos hacia Jökulsárlón una laguna glaciar, seguramente uno de los lugares más lindos y extraños que hemos visto en este paseo. Icebers milenarios flotan en medio de una laguna, en su camino hacia el mar, son de color blanco, negro y turquesa. Recorrimos este paraíso en un bus anfibio que nos llevó hasta algunos de estos gigantes de hielo que más bien parecían esculturas. Al rededor de una de ellas, las focas juguetonas hacían sus mejores movimientos de nado sincronizado. En esta laguna se grabaron escenas de Tomb Raider y Die Another Day, entre muchas otras películas. Al final del tour pudimos probar un pedazo de hielo de más de mil años de antigüedad, estoy seguro que nunca antes habíamos comido algo tan viejo.  La zona que recorríamos después de la laguna es como una enorme playa que debe su aspecto a las contínuas erupciones volcánicas que derriten el glaciar y se convierten en una mezcla de lava, ceniza y agua que arrasa todo a su paso, la última inundación de este modo se dio en 1996. Este tipo de playa se llama Sandar y el que atravezábamos cubre un territorio de 1000 km cuadrados. El paisaje era un poco deprimente ya que el cielo y el sandar parecían del mismo color gris y la ausencia total de vida acentuaba este sentimiento.  Nos alejamos de esta superficie lunar y llegamos a Skaftafell lugar que sirve de acceso al gran glaciar. Es un lugar muy turístico y relativamente cercano a Reikiavik por lo que ya no estabamos tan solos, caminamos apreciando al glaciar  que se chorrea entre las montañas y admirando las caidas de agua enmarcadas por columnas de basalto. Después de dos horas decidimos bajar, extasiados ante tal belleza y diversidad. Revisando los post anteriores encuentro que estas palabras son recurrentes, pero a veces es difícil encontrar otros adjetivos que describan mejor a Islandia.  De paso por Kirkjubæjaklaustur, el pueblo impronunciable paramos a comer en un bar de carretera donde varios islandeses vibraban con el equipo español como si fuera propio. En primera fila un grupo de amigos italianos celebraron timidamente el gol de su selección. En Vik pudimos ver una de las postales más reconocidas de Islandia, un gran arco de piedra en la costa de una playa volcánica adornada con columnas de basalto de hasta 60 metros, un paisaje irreal.  Entrábamos ahora en los dominios del  Eyjafjallajökull, volcán que paralizó a Europa en el 2010, en su ladera se encuentra Skógar, un diminuto poblado que parece perfecto. Está al pie de una montaña muy verde, su calle de acceso esta trazada al lado de un río cristalino bordeado de las flores amarillas que tanto he mencionado. Su campo está lleno de maleza violeta y de esas florecitas redondas que al soplar vuelan por los aires en mil pedacitos. A su derecha una cascada que sale de la montaña. Cuando en el colegio a uno le pedían pintar un paisaje lo hacía como Skógar. Pensar que hace tan solo dos años todo esto estuvo cubierto en cenizas.  Un kilómetro después estaba nuestro hotel, sencillo y administrado por personas muy amables. Este hospedaje fue usado como refugio durante las erupciones del 2010. Por el camino empiezan a aparecer señales que mencionan a Reikiavik,  esto nos indica que ya nuestra vuelta por Islandia está a punto de finalizar, nuestros corazones se arrugan un poquito al pensar que el regreso será pronto,  pero se reconfortan en los planes de los próximos 7 días. 

1 comentario:

  1. Me intriga a sobremanera cómo diablos se ponen todos esos "acentos" sobre las letras. Ni me quiero imaginar aquello de la pronunciación.

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