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jueves, 7 de junio de 2012
Los zapatos del otro.
Tal vez lo que menos me ha gustado de Islandia es la costumbre de quitarse los zapatos cada que uno entra a un lugar. Es incómodo agacharse, desamarrarse y repetir esto cada que uno tiene que salir por alguna razón del lugar donde está, más cuando uno lleva el peso de su mochila encima. Hay sitios especiales para poner los zapatos, cuando uno llega siempre ve grandes, chiquitos, limpios, sucios, mal olientes, de niños, de mujeres, de personas de otras nacionalidades etc. Durante el viaje siempre he pensado que los mejores son los mios y no puedo negar que desconfío cada que los tengo que dejar en algún lugar. Qué pasa si en la mañana al salir no están? Me toca ponerme los del ladrón o despistado que se los llevó? No sé, lo que sí sé es que en la vida nos pasamos poniéndonos en los zapatos de los otros, practicar esto de entender, tolerar, negociar, ganar ganar; algunas veces es incómodo, llena de desconfianza, nos hace lidiar con nuestras cargas personales y hasta nos puede violentar. Pero qué sería de la vida si siempre tratáramos de imponernos? Si no buscaramos el concenso y aceptáramos al otro? Creo en la importancia de la diversidad de actuar, de ser y de pensar y por lo tanto debemos respetarla.
El martes nos despertamos en otro país, ya no era soleado y azul, sino gris y ventoso. Sin embargo conservaba su encanto. Confieso que aún no he podido dimensionar el lugar en el que estamos... Es simplemente maravilloso.
Seguimos nuestro recorrido de pueblo en pueblo y llegamos a Stykkishólmur, el más grande de la península de Snæfellsness. Allí iniciamos un rito repetido ya varias veces, poner combustible al vehículo, ir al supermercado a comprar cositas para el camino, visitar la iglesia del pueblo y buscar dónde almorzar. En este lugar se destacaba la moderna construcción de la iglesia y el interior no se quedaba atrás, tenía cientos de bombillas colgadas en el techo y al fondo una virgen muy new age. Almorzamos en un restaurante recomendado por Alenka y María, tal vez el más típico en el que hemos estado hasta ahora y desde allí empezamos un recorrido hacia Akureyri, la segunda ciudad de Islandia en el norte, a unos 400 km de donde estábamos. Empezamos a tomar las carreteras indicadas por el GPS y los mapas que nos sirven para verificar las rutas. Avanzábamos entre enormes valles y grandes rebaños de ovejas, no dejábamos de sorprendernos y añorábamos ver algún animal más normal, un vaquita o un burro jijiji de repente y en el medio de la nada nuestro GPS murió y no fuimos capaces de revivirlo, no encontrábamos nuestra posición en los mapas y transitábamos por un carretera de lastre alejada de las vías principales y por ende carente de señalización y la poca que había, evidentemente era inentendible. Seguimos serpenteando por donde nos guiaba nuestra intuición hasta que llegamos a un cruce de caminos que nos obligaba a decidir, yo dije la izquierda y Juanpa la derecha, primero fuimos por la derecha pero nos encontramos con una señal que decía "Intransitable" ( eso si lo entendimos) por lo tanto avanzamos por la vía de la izquierda por la cual sólo pudimos recorrer unos 3 kilómetros porque luego se desvaneció. Para devolvernos tuvimos que atravezar un rio de mediano caudal. Yo estaba nervioso y Juanpa relajado pero callado. Nuestra única opción era atravezar la carretera" intrasitable" emprendimos entonces nuestra travesía que terminaría casi dos horas, un glaciar, 8 rios sin puente y no sé cuántos padrenuestros y avemarías después. Esta carretera tiene la capacidad de desaparecerse cada cierto tiempo, de llegar hasta rios de todos los tamaños que carecen de puentes, de atravezar un enorme glaciar y unas tierras en las que no se ve vida alguna. Cuando muy a lo lejos vimos una carretera asfaltada y una casa, respiré aliviado, por más que traté de ponerme en los zapatos de Juanpa y estar relajado no pude. Cuando al fin estábamos a 100 metros de la vía principal apareció ante nosotros un portón cerrado con cadenas y algo que parecía ser electricidad, yo estaba decidido a atravezarlo a como diera lugar, sin embargo JP logró abrirlo y así retomamos nuestro camino por el agreste norte de Islandia.
El paisaje de esta región es muy diferente a lo que habíamos visto, hay un semblante más triste, podría ser por el clima de este día, las personas caminaban rápido con la cabeza agachada y se podían ver muchas granjas olvidadas por la crisis o por el cruel invierno. Como a las 7 de la noche llegamos a Akureyri, con 5 grados de temperatura. Se nos ocurrió la maravillosa idea de ir a las piscinas cercanas al hostal, que por cierto resultó ser súper lindo. Ya en las piscinas hechos todos unos expertos, nos sorprendía como la gente podía caminar al rededor de las piscinas, mojados y a 5 grados y como si nada, a nosotros nos dolían hasta las orejas. En eso estábamos cuando un niñito de unos 12 años y su amigo le preguntaron a JP que si queríamos ser sus amigos. Empezó así un linda conversación con estos simpáticos niños que no tenían idea de que existía un país llamado Colombia, pero sabían perfectamente quién era Shakira y recitaban de memoria los nombres de todos los jugadores del Real Madrid. Momentos después éramos la atracción del lugar, estabamos rodeados de 8 niños que nos enseñaban malas palabras en islandés y estallaban de la risa ante nuestra mala pronunciación. Terminamos el día en la pequeña Akureyri comiendo pizza y escuchando a Mozart en un acogedor restaurante local.
El miércoles en la mañana resucitó el GPS pareciera ser que aquella travesía era algo que mos tocaba vivir, como una prueba de la que salimos triunfantes. Sin embargo, por las dudas cambiamos el GPS y proseguimos nuestro camino hacia Húsavík, un pueblo pesquero a escazos kilómetros del Círculo Polar Ártico. El pájaro típico de Islandia se llama Puffin o Frailecillo, como no había podido ver ninguno hasta ese momento, pues decidí comérmelo, almorcé frailecillo. Voy a sonar poco sofisticado, pero no me gustó, sabía a salchichón. (el salchichón sí me gusta)
Fuimos al único museo exclusivamente dedicado a las ballenas que existe en el mundo, resultó ser muy interesante, entre muchas cosas, narra la historia de las matanzas de ballenas en Islandia, una actividad muy normal y que ha sido un tema polémico por muchos años. Desde el año 2006 es prohibido cazar ballenas en Islandia, después de cientos de años dedicados a esta actividad y de haber reducido la población mundial a una décima parte. (Noruega y Japón siguen cazando ballenas)
A las 5 p.m. Y más envueltos que un tamal, nos subimos a un antiguo barco que ahora se dedica a la observación de ballenas, el mar estaba revuelto, el barco se movía profusamente, no pude dejar de pensar en mis hermanos que se marean dándole la vuelta a la manzana, allí se hubieran muerto. Una hora después vimos la primera ballena jorobada, no lo podíamos creer, durante la siguiente media hora una danza de ballenas jorobadas acompañó nuestro navegar. Ellas se saben hermosas, y coquetas hacen una danza incansable con la que dejan boquiabierto hasta al más frío pescador.
Allí conocimos a la guía del tour, una joven que seguramente tiene uno de los trabajos más difíciles del mundo: debe ser amable y simpática todo el tiempo, debe apurar a los turistas retrasados, como nosotros, a que se pongan rápido todo el envoltorio, overall e impermeable ambos de mil botones; debe moverse por todo el barco sin caerse ante el violento azote del mar, debe calmar la ansiedad de los inquietos turistas que se desesperan ante la falta de noticias de alguna ballena y como si esto fuera poco, debe encontrar la ballena, gritar al verla y servir chocolate y rollitos de canela a toda la tripulación. Todo esto mientras le caen chorros de agua salada y helada en todo momento. Mis respetos a esta dama.
Regresamos al hostal después de cenar, con la barriga llena y el corazón contento, estamos viviendo una experiencia inolvidable y mágica. Como aquellos niños de la piscina que al despedirnos nos rogaban que no los olvidáramos, nosotros agradecemos enormemente el privilegio de estar aquí y rogamos para que experiencias como estas se repitan.
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Que aventura, maravilloso viaje :)
ResponderEliminargenial tus historias, parece que estuviera allá
ResponderEliminarSi leer es una forma de viajar, estamos viajando juntos...
ResponderEliminarPonerse los zapatos de otros, interesante y difícil encrucijada que haz topado hoy, pues justo como lo mencionas, siempre los míos serán más cómodos que los de los demás.
ResponderEliminarMe ha encantado este día, cada pedacito de experiencia que relatas hace que me meta un poquito en tus zapatos el día de hoy.